Al mejor estilo del empresario de origen chino Zhenli Ye Gon, los narcotraficantes mexicanos prefieren evitar los bancos o los negocios inmobiliarios por algo mucho más simple, como es guardar en colchonetas, en sus propias casas, grandes cantidades de dinero en efectivo generadas por sus actividades ilegales.
De manera creciente, las autoridades mexicanas han incautado importantes cantidades de pesos y de dólares pero no desde cuentas electrónicas ni de paraísos fiscales, sino en forma de fajos y paquetes físicos.
Una investigación de MILENIO muestra que en los últimos meses han resultado más efectivas las incautaciones millonarias por parte del Ejército mexicano; estadísticas revelan un alza en cuanto a la cantidad de dinero asegurado, sobre todo a lo largo de 2022.
Desde diciembre de 2018, es decir cuando inició la actual administración federal, hasta enero de 2023, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) incautó a lo largo y ancho del país 104.77 millones de dólares y poco más de 182.71 millones de pesos.
Eso representa, sumados los decomisos tanto en moneda mexicana como estadounidense, el equivalente a algo más de 2.1 mil millones de pesos.
La información se ha venido revelando año con año, y es resultado del saldo de operativos para combatir a la delincuencia organizada, un programa permanente del Ejército.
Ante la persecución constante y el recrudecimiento en las investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, los narcos han optado por guardar el dinero en efectivo a la vieja usanza: debajo del colchón o en escondites que al final son descubiertos en los aseguramientos.
Esta modalidad contrasta tremendamente con la de capos como, por ejemplo, Rafael Caro Quintero, quien solía resguardar y canalizar su dinero a través de negocios legales que pudieran disfrazar el origen ilícito.
Todavía muchos recuerdan aquel marzo del 2007 cuando, como solía suceder en esa época, se montó un megaoperativo mediático y susceptible de ser televisado, al que llamaron “Operación Dragón”. Fue entonces que decenas de policías de varias corporaciones llegaron hasta la colonia Lomas de Chapultepec, una de las zonas de mayor plusvalía de la Ciudad de México.
Ahí las autoridades irrumpieron en la casa de un empresario hasta entonces desconocido, llamado Zhenli Ye Gon, nacido en Shanghái, China, y nacionalizado mexicano. Los policías, a punta de armas largas, entraron en su residencia, que hacía recordar a un partenón griego por su gran portón, las columnas jónicas, balcones, arcos, señoriales interiores, alberca techada, escaleras y pisos de mármol.
A pesar de la magnificencia, el hallazgo en una habitación fue lo que dejó boquiabiertos a los agentes, quienes no estaban acostumbrados a tal opulencia. En un cuarto secreto, convertido en bóveda de dinero, fueron hallados más de 205 millones de dólares, apilados unos sobre otros.
Por primera vez los mexicanos veían por televisión cómo se ordenaban y cuánto espacio pueden ocupar en una habitación 200 millones en efectivo, 17 millones de pesos mexicanos, miles de euros, un lote de joyas, centenarios y algunos cheques de viajero.
La imagen de los policías sacando maletas con millones y millones dio la vuelta al mundo. Se volverían históricas las grabaciones de agentes del ministerio público que, sentados y empequeñecidos en medio de la montaña de billetes verdes, contaban cientos de fajos. Una acumulación que parecía sacada de un juego de Monopoly.
Zhenli Ye Gon, quien aseguraba que el dinero no era suyo, lanzaría entonces su polémica frase de “copelas o cuello”, denunciando presiones de parte de las autoridades. El gobierno de Felipe Calderón insistió que el detenido tenía relación con la producción de drogas sintéticas y aseguró que precisamente de esa actividad provenían los millones.