Bruselas.- El novel coronavirus identificado por vez primera en la ciudad china de Wuhan es un recordatorio de que la humanidad está bajo el peligro permanente de la aparición de un misterioso virus potencialmente pandémico.
El nivel de impacto de una nueva enfermedad capaz de aparecer en cualquier latitud dependerá de la velocidad de propagación, las propiedades del agente atípico, la facilidad de transmisión y el grado de mortalidad.
La próxima pandemia podría ser una gestionable, como fue el caso de la gripe porcina H1N1 que comenzó en México en 2009 y tuvo un saldo de entre 105 mil a 395 mil víctimas mortales; aunque también podría terminar en un evento de máxima gravedad, como ocurrió con la gripe española de 1918, que infectó a cerca de un tercio de la población mundial y se cobró la vida de 50 millones de personas.
Resulta prematuro vaticinar cuáles serán las consecuencias del 2019-nCoV en un escenario pandémico; es decir, en un contexto en donde el nuevo patógeno ha logrado propagarse fácilmente de persona a persona por todo el mundo.
Las informaciones expuestas por especialistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como Michael Ryan, plantean más preguntas que respuestas, aunque han expresado particular preocupación por el comportamiento que pudiera tener el virus si llegara a golpear países de bajos y medianos ingresos ya afectados por enfermedades altamente letales.
De ahí que el director de la organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, decretara el brote como una emergencia de salud pública de importancia internacional. “Aún no sabemos mucho sobre este virus”, dice a EL UNIVERSAL Tarik Jasarević, vocero de la OMS.
“Todavía hay muchas incógnitas con respecto a la virulencia y la patogenicidad del virus, la gravedad de los pacientes afectados, los patrones de transmisión, el reservorio y la fuente de infección”, señala a este diario Alexandru Niculae, del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades.
“Los análisis epidemiológicos disponibles hasta la fecha también son limitados, lo que lleva a muchas incertidumbres sobre las características y la dinámica del brote”, apunta.
Si bien los brotes pandémicos son impredecibles, la comunidad científica sabe que las fuentes de riesgo provienen de virus activos en animales, entre otros, murciélagos, roedores, aves y cerdos. Igualmente inquieta la posible mutación de virus existentes, como ocurrió con el zika, infección que se expandió por América Latina entre 2015 y 2016.
La alteración genética dio a la enfermedad viral trasmitida por mosquito la capacidad de causar microcefalia fetal severa. Tan sólo Brasil contabilizó mil 708 casos de Síndrome de Guillain–Barré en 2015, pero lo que sí es evidente, es que el nivel de amenaza va en aumento como consecuencia de la conducta humana y sus secuelas que está teniendo en los ecosistemas.
Comportamientos como el consumo de animales silvestres, la disminución de hábitat por el crecimiento de la mancha urbana y la convivencia cada vez mayor entre personas y animales, está elevando los niveles de exposición a los patógenos y la probabilidad de que el virus rebase la barrera animal y se transmita a los seres humanos.
Epidemiólogos señalan que el riesgo no necesariamente es que esos animales porten los virus, porque los patógenos siempre han estado ahí, radica en el comportamiento de las personas y la forma como altera los ecosistemas.
Los cambios ejercidos por los seres humanos, aunado al aumento de la movilidad a nivel planetario, han hecho la vida más fácil a los virus para su expansión. Los investigadores sostienen que si algo emerge de repente en algún rincón del planeta con potencial pandémico, la posibilidad de propagarse ha aumentado sustancialmente.
“En el caso de todos los virus nuevos, es difícil predecir la velocidad y el alcance de la propagación; sin embargo, considerando el movimiento de personas y que el virus es transmisible de una persona a otra, es probable que el virus se propague aún más [de su epicentro]”, afirma Niculae.
Por ello, la OMS ha insistido en que los preparativos para afrontar epidemias y brotes de estas enfermedades deben considerarse entre los planes cotidianos, porque el riesgo de una pandemia no es algo que pueda olvidarse por décadas, están ocurriendo con mayor frecuencia.
De acuerdo con la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación (GPMB por sus siglas en inglés), entre 2011 y 2018, la OMS rastreó mil 483 epidemias en todo el mundo, incluyendo el brote de ébola en África Occidental.