Ha muerto Gorbachov, el padre de la ‘perestroika’

“Mijaíl Serguéievich Gorbachov ha fallecido esta noche tras una larga y grave enfermedad”, fue el escueto informe del Hospital Clínico Central de Rusia. Una corta nota para dar a conocer la muerte, a los 91 años, de un hombre que alentó los grandes cambios de la historia moderna redefiniendo la geopolítica y el modo de vivir de millones.

Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró a través de un comunicado que el presidente ruso, Vladímir Putin, ya había dado sus condolencias a los parientes de Gorbachov y que hoy temprano “enviaría un telegrama oficial a la familia”.

De acuerdo con sus allegados, será enterrado en el cementerio de personajes ilustres de Novodevichie, en Moscú, junto a su inseparable esposa Raisa, fallecida en 1999 por leucemia.

Referente obligado

Mijaíl Gorbachov fue, durante más de 15 años, referente obligado de los grandes cambios internacionales y encabezó lo impensable durante décadas de confrontación entre Washington y Moscú: sacudir las viejas estructuras soviéticas a través de la perestroika (reforma política) para renovar y acercar al país a Occidente, coquetear con el capitalismo y erosionar el tufillo ideológico de un enfrentamiento cuya punta de lanza era una carrera armamentista incansable.

Gorbachov encaminó a su país a una nueva etapa de apertura y luego al mundo hacia una distención que terminó por derrumbar la cortina de hierro y permitir la unificación de Alemania y desatar la cuerda de imposición sobre los países de la Europa Oriental.

Logró entre 1985 y 1991, durante su gobierno, un cambió histórico: los nuevos aires que soplaban desde Moscú trajeron esperanza al optimismo mundial al dar por terminada la Guerra fría aunque el precio por esa avalancha de acontecimientos redujera a la Unión Soviética a escombros.

De origen ruso-ucraniano, Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en el periodo de entreguerras y en pleno régimen de Stalin.

Era época de hambruna y trabajos forzados a los campesinos, por lo que la familia Gorbachov buscaba sobrevivir en el pueblo de Privólnoye, en la región de Stávropol, en el sur de Rusia.

Harto de una vida rural, Gorbachov viajó a Moscú en 1950 para estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Moscú. Joven y ambicioso, a los 22 años toca a las puertas del Partido Comunista.

En 1953 se casó con Raisa Tirarenko que años después, bajo el apellido Gorbachova, salió del ostracismo en que las esposas de los líderes comunistas se ocultaban para ejercer como una primera dama de corte occidental.

Tuvieron a Irina en 1957, su única hija, que les daría dos gemelas como nietas.

Para 1980 ya estaba en el Politburó (la “cúspide” del Comité Central del Partido Comunista). Tenía menos de 50 años y era su miembro más joven.

Alianzas son destino y Gorbachov supo mover las fichas: al ser cercano al entonces jefe de la poderosa KGB, Yuri Andropov, el camino a la cumbre se despejó.

Para noviembre del 82, Andropov, de 68 años, era secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética —en los hechos, el mandatario del país—, y Gorbachov su delfín para sucederlo.

Andropov solo gobernó 15 meses. Un año después llega entonces el aire fresco de Gorbachov: apenas tiene 54 años y se le ve jovial, no tiene miedo de sonreír y seducir políticamente.

La vorágine en Moscú

A partir de ahí inició la vorágine sin marcha atrás, tanto dentro de su país, con la apertura a la propiedad privada, pero aún bajo la tutela de una economía centralizada, a la libertad de expresión, a los visos de un sistema democrático, liberación de presos políticos y respeto a la prensa, opinión, credo y movimiento. Era la perestroika en pleno.

A nivel mundial, logró acuerdos con Washington (en la era republicana de Reagan y Bush padre) sobre control de armamento, ordenó el retiro militar de Afganistán, soltó el yugo soviético sobre Europa Oriental, permitió la caída de la cortina de hierro y la del Muro de Berlín.

Los aplausos y las glorias crecían en el exterior, cumbres, invitaciones, premio Nobel de la Paz 1990, etc., pero dentro de la aún URSS algo se movía, la inconformidad ante los rápidos cambios molestó a parte del establishment y entre la gente que veía que el Estado protector se desvanecía sin lograr alcanzar las promesas de un sueño capitalista de opciones y abundancia.

Algo se empezó a agitar en las repúblicas que componían la URSS y las elecciones locales desvelaron nuevos líderes; apareció entonces Boris Yeltsin.

Y lo inimaginable, un golpe de Estado, en agosto de 1991, que terminó en un rotundo fracaso y en el ascenso de Yeltsin.

Opacado por el nuevo “héroe nacional”, inició el ocaso de Gorbachov. Para el 8 de diciembre Yeltsin firma junto a los presidentes de Ucrania, Leonid Kravchuk, y de Bierorrusia, Stanislav Shushkévich, el Tratado de Belavezha que daba por terminada a la URSS y creaba a la Comunidad de Estados Independientes (más un organismo de cooperación que una alianza de Estados).

Días después, 8 de las 12 repúblicas soviéticas restantes se unían a la CEI. El 25 de diciembre, Gorbachov daba un discurso donde presentó su renuncia. Al día siguiente, la URSS quedaba formalmente desintegrada.

Durante seis años transformó a su país y en el ámbito internacional sus pasos influyeron al menos 15 años (desde mediados de los ochentas hasta el final del siglo XX) en el mapa y la historia.

Los rusos lo acusan de no haber previsto la caída de la URSS, por lo que fue vilipendiado por algunos e ignorado por la mayoría: en 1996 se postuló a la presidencia pero Yeltsin arrasó. Él apenas logró 0.51 por ciento de los votos. La gloria había desaparecido.