La bala que cambió todo; 15 años del atentado contra Cabañas

Cuatro días antes, Carlos Cázares, gerente del Bar Bar, compró en un viaje a Disneylandia, una chamarra blanca con mangas en azul y rojo. Esa misma aparece en la foto que se tomó con Salvador Cabañas poco antes de la tragedia, cuando el paraguayo era la estrella no sólo del Club América, sino del futbol mexicano.

Aquel lunes 25 de enero de 2010 amaneció en rojo, con Salvador Cabañas luchando por su vida en el piso de los sanitarios, tenía una bala incrustada en la cabeza después de un tiro que le pegó José Jorge Balderas Garza, alias el JJ, un operador del cártel de los Beltrán Leyva.

A 15 años de uno de los acontecimientos más impactantes del futbol mexicano, Charly, como lo llaman sus amigos, cierra los ojos y es como si estuviera de nuevo en esa madrugada.

¿Qué hacía especial al Bar Bar?

Era una réplica del Baby O’ de Acapulco. Simón Charaf, esposo de Lupita Jones, Miss Universo en 1991, era el dueño y copió esa estructura, quería clientela exclusiva. Había buena música. Abríamos de lunes a domingo, era muy particular y estaba de moda. Podías tener a un lado a una bella actriz, enfrente a un futbolista y junto, al empresario más poderoso de México.

Hasta palcos en el Estadio Azteca llegaron a tener.

¡Si! Charaf compró dos. Como había mucha afluencia de futbolistas en la discoteca se nos ocurrió ambientarlo en el estadio, con la misma estructura. Cuando jugaba la Selección Mexicana o el América llevábamos invitados especiales, en alguna ocasión nos visitó Javier Aguirre, actual técnico del Tri.

¿Cómo era Salvador Cabañas en una discoteca?

Un cuate introvertido y prepotente de cierto modo. Le pedían muchas fotos y él era un poco reacio, me decía ‘Charly, diles que no me molesten, quiero estar alejado, vengo a divertirme y no quiero estar cerca de nadie’. Era un tipo solitario, llegaba a ir solo o con algún amigo a veces, pero nunca en un grupo grande. A Cabañas le gustaba el whisky, esa noche era su segunda botella y sólo eran tres personas, él, su pareja y su cuñado.

Esa noche platicaron algo especial, ¿cierto?

Me marcó en la tarde para avisarme que iría al Bar Bar, lo llevé como siempre a su mesa y me confesó que acababa de firmar tres años con el Sunderland de Inglaterra, que se iría a la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 con Paraguay y que ya no regresaría al América.

¿Y el JJ cómo erá?

Similar a Cabañas. Aunque era más espléndido y un poco más sofisticado. Le gustaba tomar champaña, era de los que me decía ‘invítale una botella a esas chavas’ le gustaba regalar. Era callado y reservado, muy amable con la gente, incluso, si veía alguna pelea dentro del Bar, prefería irse.

Debe ser impactante ver a alguien traspasado de la cabeza en tu lugar de trabajo.

A las tres de la mañana salen los demonios. A mí me avisan por el radio que hay un herido en el baño, entonces en ese minuto que voy corriendo iba pensando qué iba a pasar cuando llegara. La primera escena fue encontrarme a Cabañas tirado en el suelo en medio de un charco de sangre. Lo traté de tranquilizar porque estaba consciente y con los ojos abiertos. Le decía que ya venía la ayuda médica y que todo estaría bien. Yo creo que fue un pleito de borrachos. Mi vida cambió esa noche.

¿Por qué dice usted que le salvó la vida a Cabañas?

Chava era mi cuate. Me subí a la ambulancia para acompañarlo y los paramédicos querían llevarlo al hospital de Xoco y les dije quién era, que él podía pagar un hospital privado, esa determinación fue vital porque al llegar lo ingresaron al quirófano.

Por aquel accidente terminó usted un año en el reclusorio

Fueron tres personas de seguridad, dos capitanes, la de limpieza del baño y yo. A mí me imputaron el cargo de complicidad de tentativa de homicidio. Me trasladaron en una camioneta escoltada como si fuera el mayor narcotraficante, fue doloroso, tenía un hijo pequeño y su madre y yo le hicimos creer que me iría fuera del país para colaborar con los policías para atrapar a los agresores de Salvador Cabañas, el gran futbolista.

¿Volvió a ver a Cabañas?

Algo así.

¿Cómo?

Unos cinco años después, teníamos una amiga paraguaya en común, me escribió un día porque a Chava le harían un homenaje en esos partidos que hacen de leyendas, le dije que quería verlo, saber de él. Al final no se pudo, pero logramos hacer una llamada de unos cinco minutos. Le costaba trabajo ligar palabras, sé que le ha ido muy mal, todos lo sabemos. Cabañas me dijo que algún día nos veríamos, no quise platicar con él de lo que pasó esa noche, no quería regresarle malos recuerdos ni atormentarlo.

¿A qué se dedica usted actualmente?

Soy asesor empresarial y de liderazgo, de ventas de valores en los restaurantes, tengo más de 25 años en este rubro. En las escuelas doy pláticas de prevención contra las adicciones.