Roma, Texas, epicentro de cruces ilegales

ROMA, Texas.- Oscurece y los agentes de la Patrulla Fronteriza escuchan el ruido de botes que se inflan del otro lado del río Bravo, en México. Saben que van a tener trabajo.

Una hora después, los botes desembarcan unas 100 personas en seis viajes a EU, incluidas numerosas familias con bebés y niños de hasta siete años que viajan solos.

Todos llevan pulseras de plástico amarillo que se quitan y tiran tras pisar suelo estadunidense. En las bandas dice “entregas”, aparentemente un mecanismo que usan los traficantes para coordinar los cruces del río que separa México y EU.

Roma, una ciudad de diez mil habitantes en Texas, es el nuevo epicentro de los cruces ilegales de la frontera.

Las autoridades estadunidenses dicen haber detectado más de 100,000 cruces ilegales de la frontera sur en febrero, la cifra más alta desde un periodo de cuatro meses en 2019.

En el río Bravo un coyote (traficante de personas) se resiste cuando un agente le pide que desembarque a la gente, diciendo que días atrás otro agente le pinchó el bote cuando lo hizo. El agente le da garantías y finalmente los desembarcos se producen. “Hay niños a bordo”, grita el coyote.

Los agentes estadunidenses escoltan a los migrantes casi un kilómetro por caminos de tierra hasta las afueras de Roma, donde otros agentes instalados en una mesa plegable examinan sus documentos, toman sus nombres y los destinos a dónde quieren llegar y responden preguntas. Los menores que viajan solos son separados de las familias y la gente coloca sus pertenencias en bolsas de plástico.

De allí los migrantes pasan a un estacionamiento cercano y se montan en autobuses y camionetas.

El gobierno de Joe Biden expulsa a casi todos los adultos que viajan solos, sin darles la oportunidad de pedir asilo, al amparo de poderes especiales en época de pandemia, pero seis de cada diez personas de familias migrantes detenidas por las autoridades en febrero pudieron permanecer en EU y pedir asilo.

Maynor Cruz dijo que las políticas de Biden no incidieron en su decisión de partir de San Pedro Sula, en Honduras, hace unos dos meses.

Agregó que se sentía feliz de estar en EU tras un peligroso recorrido por México, durante el cual alguien trató de secuestrar a su hija. Partió de Honduras con su esposa e hijos de siete y dos años porque perdió su trabajo en una fábrica de condimentos al estallar la pandemia y su casa fue destruida por una tormenta tropical en noviembre. Pudo recaudar fondos para el viaje a través de familiares que viven en EU.

Es difícil empezar de cero (en Honduras), con lo que se paga allí”, expresó.