Historias del Éxodo; para Alexander, regresar no es una opción

Alexander y su esposa solían salir a pasear los fines de semana en búsqueda de hamburguesas y tal vez un cholado (raspado) para luego regresar a casa y ver alguna serie o película en Netflix que “no fallaba ningún fin de semana”, dice él, antes de que tuviera que dejar todo y emprender su viaje desde Colombia hasta Estados Unidos.

Hoy, él espera sentado en la calle, durmiendo en las banquetas de la colonia Tabacalera a las afueras de las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) esperando su cita para junio de 2023 para poder reanudar su viaje hacia la frontera norte.

Sin embargo, aunque la nostalgia, la angustia y la desesperación es fuerte, para Alexander regresar no es una opción.

Historias del Éxodo es una serie de historias de migrantes que pretende explicar por qué la gente abandona sus países, por qué ya no pueden regresar y por qué cada vez es más difícil encontrar el sueño americano.

“Yo no sé por qué nos hacen esperar si no estamos pidiendo nada, sólo queremos que nos dejen pasar. Pareciera que se trata de algún tipo de maldad”, dice Alexander, mientras espera su turno.

Mientras hay una fila de decenas de personas esperando ser atendidas frente Alexander, su esposa y su hija de cuatro años aguardan noticias suyas en Colombia, así como familia que dejó en Venezuela.

Alexander salió de Venezuela cuando tenía 19 años, dice que a pesar de que la situación iba de mal en peor, aprovechó para ahorrar y viajó a Colombia con un ex compañero del trabajo.

Anteriormente su madre ya había salido de Venezuela para viajar a Perú, pero él quiso probar suerte en Colombia donde trabajó en obras de construcción durante varios años.
Alexander conoció a su esposa en un bar donde ponían ballenatos, cumbias, salsas, reggaetón y música similar, que solía frecuentar con sus compañeros de trabajo. No recuerda qué canción sonaba, cómo iba vestido cuando conoció a su esposa, pero sí que todo empezó de recoche (de broma) hasta que entre conversaciones supo que ella era la dueña del antro.

Fueron buenos años de citas, bailes y música hasta que en 2020 el mundo cerró las puertas de los lugares donde la gente solía reunirse para evitar los contagios por covid-19.
“En un principio pensamos que iba a ser algo de dos semanas, después que podríamos abrir la disco los fines de semana, pero ya sabes lo que pasó”, comenta Alexander.

Entre gobiernos autoritarios, presuntas dictaduras, delincuencia, corrupción, narcotráfico y una economía que poco a poco se levantaba de la pandemia, miles de sudamericanos y centroamericanos migraron masivamente hacia Estados Unidos en búsqueda del sueño americano.

En 2022, la Comar registró cifras históricas de personas que viajaban hacia Estados Unidos, pero que solicitaban la condición de refugiado en México para no ser retornados o detenidos por las autoridades migratorias.

Entre enero y octubre se registraron 97 mil 973 personas solicitantes de asilo de 114 países de todos los continentes. Sólo en febrero se registraron 11 mil 145 nuevas cifras, según información oficial.

“Yo no estoy pidiendo trabajo, ropa, caridad ni una moneda, sólo quiero que me dejan pasar”, insiste Alexander.

Además de su esposa y su hija, Alexander dejó a su padre y a su abuela hace ya varios años en Venezuela donde ésta está hospitalizada en un hospital de Caracas.

La impotencia invade a Alexander, quien esperaba ya estar enviando algunos dólares ara su familia en vez de estar esperando a que le entreguen un documento que le permita continuar su viaje hacia la frontera.

Algunas organizaciones pro migrantes acusan a la Comar de una estrategia de desmotivación burocrática, en la que hacen que éstos agoten sus recursos y caigan en desesperación en la espera de documentación para que voluntariamente decidan regresar a sus países.

En otras situaciones, en plena desesperación, los migrantes acuden a rutas más peligrosas que pueden incluir a organizaciones delictivas como polleros o caminos envueltos de amenazas naturales.

“Mi familia está esperándome y ya pasé demasiado tiempo sin poder ayudarlos como para regresar sin nada”, sentencia Alexander.