Intentó matarse por amor; ahora da pláticas a sus compañeros

CAMARGO, Chih.- El municipio es la llamada cuna de artistas. Fue iluminado en el siglo XX por el arte, aquí nació el muralista David Alfaro Siqueiros y el famoso escultor Sebastián (Enrique Carbajal). En 2019, la sombra del suicidio sacudió a su comunidad estudiantil, luego de que en menos de nueve meses, en una de las dos preparatorias que existen en este municipio, un profesor se quitara la vida y un alumno atentara contra sí mismo.

En Camargo, la conmoción por estas tragedias llevó a que en esta comunidad de alrededor de 52 mil habitantes se unieran los principales actores para tratar de entender y dar luz sobre cuáles estaban siendo los factores de riesgo, las omisiones y cómo tratar de prevenirlo: políticos, profesores, médicos en salud mental y alumnos.

Hace un año, Román Fernando Muñoz, de 17 años, era un beisbolista talentoso, bailarín de danza folklórica, integrante de jóvenes en una iglesia cristiana y un buen estudiante de preparatoria. Hoy la mayor parte de su vida está enfocada en recuperar su movilidad y el habla que perdió con la inflamación de su cerebro y los daños neuronales que tuvo, luego de atentar en contra de su vida.

La evolución de Román, de acuerdo con los médicos y sicólogos, ha sido casi milagrosa. Aunque todavía se le dificulta caminar y hablar con la agilidad que solía hacerlo, logró regresar a clases e incluso comenzó a dar algunas charlas a otros jóvenes sobre la prevención del suicidio, contando su propia experiencia.

Román ahora está consciente de que este episodio, que lo mantuvo cuatro días en coma y en terapia intensiva, estuvo relacionado con su propia imposibilidad para pedir ayuda. En uno de los momentos más tristes que atravesó, luego de una ruptura amorosa, prefirió encerrarse en su habitación sin mencionar ni una sola palabra sobre su sufrimiento y trató de aparentar con su familia y amigos que todo estaba bien, hasta que tanto dolor reprimido lo llevó a intentar quitarse la vida.

En México, los suicidios en menores de 15 años subieron 385% de 1990 (47 muertes) a 2016 (228), de acuerdo con datos del Inegi.

“No es nada fácil expresar mis emociones. A veces siento mucha presión de toda mi familia porque es muy grande, y eso, está canijo. Me sentía un poco triste, porque acababa de terminar mi novia. Llevaba un año de pareja y estaba muy enamorado”, contó Román.

A Román le daba muchísima vergüenza que sus amigos o familiares se enteraran que sufría por amor, porque en su falsa creencia y entre las masculinidades que le fueron enseñando sus amigos y familia en Camargo, aprendió que los hombres no lloran, y menos si es por amor.

“Antes era muy cerrado. No intenté hablar con alguno de mis amigos. Con nadie. Me sentía vulnerable si se enteraban de mis sentimientos, porque la carrilla de mis amigos es mucha”, aceptó.

Entonces, para Román el camino más sencillo fue autolesionarse y tratar de dejar de vivir, que desnudar su depresión y mostrar la tristeza que sentía.

El doctor en Ciencias de la Salud colectiva por la UAM Xochimilco, Alejandro Arnaldo Barroso Martínez, quien ha realizado investigaciones sobre suicidio juvenil en Chile, México y Cuba, comentó que las masculinidades y el discurso patriarcal hegemónico entre adolescentes hombres de América Latina son losas tan pesadas, que muchos prefieren autolesionarse antes que pedir ayuda y abrir sus emociones.

De acuerdo con Barroso, el empleo de métodos más violentos por parte de hombres se explica por el hecho de que se han asumido a sí mismos como más violentos e impulsivos que las mujeres y a que, debido a su imagen de controlador de la situación, suelen mostrarse menos dispuestos a buscar ayuda.

“Hay adolescentes con los que hablo diariamente y sienten mucha vergüenza por sentirse deprimidos. Están tristes por sentir sufrimiento. Y la primera pauta clínica con la que comienzo a trabajar con ellos es decirles: ‘es comprensible que te sientas triste, tienes derecho a sentirte deprimido. A lo único que no tienes derecho a quedarte callado y no por llorar eres débil’”, explicó el doctor Barroso.

Este investigador considera que uno de los grandes errores que más cometen los jóvenes es pensar que por esconder o reprimir sus emociones van a desaparecer.

“Es peligroso, porque el que reprime, en realidad, va a expresar su emocionalidad de cualquier otra manera, como en un ataque de ansiedad, depresión o con algún brote en la piel”, afirmó Barroso.

Hay estadísticas de la Organización Mundial de la Salud que dicen que alrededor del 85% de las personas que atentan contra su vida han dado señales en momentos anteriores.

“Que no siempre sabemos leerlas, es otra cosa, por eso es muy importante trabajar en la inteligencia emocional y enseñar a las familias a detectarlas”, aseguró Barroso.

María de Jesús Valdivia, madre de Román, recuerda mucho que semanas antes de que Román intentara quitarse la vida comenzó a regalar sus cosas a los vecinos e iba deshaciéndose de sus pertenencias fácilmente.

“Yo sí lo veía más serio, pero yo pensaba que eso era por toda esa tristeza que traía por terminar con la jovencita. Y yo sí le dije ‘si se siente mal, mijo, dígamelo, yo también ya pasé por una ruptura amorosa a tu edad. Usted prométame que todo va a estar bien”, contó María de Jesús .

Todo “normal”

A pesar de estos cambios en su hijo, para la mamá de Román todo continuaba de manera normal, porque según los estándares sociales, su hijo estaba bien, estaba en la escuela, practicaba artes, deportes y hasta iba a un grupo de jóvenes a la iglesia. Sus papás estaban unidos y asistían juntos a verlo a cada uno de sus partidos de beisbol.

“Nosotros creíamos que estaba todo bien”, dijo la mamá de Román.

El día que Román atentó contra su vida, minutos antes, llamó a su madre para avisarle que ya había llegado a la casa (luego de salir de la escuela), le dijo lo mucho que la quería y le preguntó qué es lo que haría de comer, “me dijo ‘te quiero mamá’ y yo le dije ‘te quiero mucho mi amor’”. Sin embargo, María de Jesús escuchó algo extraño en la voz de su hijo que la alertó y la hizo salir corriendo hacia él.

Al abrir la puerta de su casa, María de Jesús encontró agonizando a Román, así que pidió auxilio a los vecinos y a una ambulancia, que por la gravedad con la que encontraron al joven, los paramédicos lo trasladaron de inmediato a la capital del estado, a la ciudad de Chihuahua.

“Los médicos nos decían que estaba muy mal. Esos días eran insoportables para nosotros, porque nos decían que quizás no habría una solución”.

Al cuarto día de estar en terapia intensiva, Román comenzó a respirar otra vez por sí mismo. Luego abrió los ojos y en los siguientes días fue recobrando la memoria, pues al principio no lograba reconocer a nadie. Después comenzó a articular las palabras.

“La primera palabra que dijo fue baño, quería ir al baño. Nosotros estábamos súper emocionados, sentimos lo mismo, como cuando era un bebé, que comenzó a hablar”.

Una de las especialistas que acompaña a Román en su recuperación es la sicóloga de la preparatoria, Yolanda Ponce Peña. Lo considera uno de sus mejores pacientes, no sólo por los enormes avances que ha alcanzado el joven, sino porque ha asistido a cada una de las terapias que le agenda.

Pero el caso de Román aún es excepcional, pues en la prepa muchos alumnos continúan diciéndole a la sicóloga que los atienda, pero que por favor nadie lo sepa ni lo note, porque les da miedo que otros compañeros se vayan a burlar de ellos.

Román se tardó 10 meses en poder hablar sobre su intento de suicidio. La primera persona con la que pudo hacerlo, luego de ganarse su confianza, fue con la sicóloga Yolanda. “Me ayudó mucho porque me sentí un poco liberado”, dijo.

“Es un excelente paciente porque atiende todo lo que se le pide. Es muy entusiasta. Él recobró el sentido de la vida. En el momento que el paciente se acerca con nosotros reconociendo que hay un problema y que nosotros podemos ayudarle a encontrar una solución, avanzamos mucho. Román, incluso, ya está siendo testimonio para otros casos. Lo invitamos a participar en un foro en la Ciudad de Chihuahua (pocas semanas antes del inicio de la pandemia)”, explicó la sicóloga Yolanda.

Barroso también le explica a muchos jóvenes que pueden expresar sus emociones de manera alternativa. No siempre es necesario hacerlo a través de las palabras.

“Por eso también recurro al teatro. Para los adolescentes es clave. Uno necesita confianza y la confianza no se genera en un día, ni hablando solamente de prevenir el suicidio, la confianza se genera hablando de la cotidianidad. No juzgando, porque los padres juzgan mucho, los adolescentes tienen miedo a decir que se sienten deprimidos, por miedo a ser criticados o a que les hagan bullying”.

El profesor de matemáticas de Román, Ramón Ortega, cree que muchos maestros están fallando en no enseñar al alumno a adquirir seguridad y confianza en sus comunidades para poder expresar cuando se sienten mal.

Mientras que el alcalde del municipio, Arturo Zubia Fernández, del PAN, y el regidor Ramón Valdivia, del PRI han dejado de lado a la política y la oposición para unirse en la prevención del suicidio. Han organizado charlas al respecto, han difundido información en la prensa y han incentivado a los padres de familia a escuchar y a acompañar la vida de sus hijos.

“Mire, me he encontrado casos de jóvenes que han atentado contra sí mismos y luego, cuando investigas las causas con los familiares, resulta que hay chicos que ni siquiera tenían una acta de nacimiento”, dijo el alcalde de Camargo a Excélsior.

Para Ramón Valdivia, regidor de Camargo, la única solución para enfrentar el suicidio en la comunidad será uniéndose y sensibilizando a la sociedad en comenzar a detectar las señales.

“Hay que hablar de suicidio por más doloroso que sea”, concluyó Ramón.

Román, al ir recobrando las ganas de vivir e ir recuperando la movilidad y el habla, tras haber atentado contra sí mismo, se ha ido convirtiendo en una luz en el municipio de Camargo, en donde antes de que él tuviera la valentía de hablar sobre su intento de suicidio, casi nadie se cuestionaba lo dañino que puede ser, decirle a un adolescente: “los hombres no lloran”.